jueves, 14 de julio de 2022

RECORDANDO

 

25 urtemuga - 25 aniversario

Estamos conmemorando (y algunos celebrando) el cincuentenario de la finalización de nuestra carrera, pero el año 1972 fue también para mí el año en que terminé la mili, el año en el que empecé a trabajar y el año en que me casé ( y por ese orden).

Los que no habéis pasado últimamente por la Escuela (ya no sé cómo llamarla ahora), no la reconoceríais: no hay ni torre de arriba ni torre de abajo ni comunidad de jesuitas.

De nuestros tiempos, todavía me acuerdo del comentario de Cuecú sobre la razón del buen humor que mostraba algunas mañanas (no era habitual) Paco Olarte (sólo nos enteramos los de las últimas filas).

Y cómo no recordar el general descojono que provocó José Mari Onandia cuando dijo "admirar" el color de mis calcetines (cuando yo dirigía una reunión sentado en la mesa del estrado).

¿Os acordáis del árbol que plantamos en nuestro Paso del Ecuador? Pues hace años que ya no existe, y yo creo que desapareció porque nuestra Itziar no quiso colaborar, como todos nosotros, en el riego del árbol cuando lo plantamos.

Según mis notas, de los 43  "condiscípulos" que empezamos en 1967 y terminamos en 1972 nos han ido dejando 7 compañeros: Paco Azpiazu, Fco. Javier Cortajarena, Alberto Morales, José Mari Onandia, Juanan Sorondo, Santiago Tolosa y Paco Vicente. A todos ellos: AGUR, EGUN HANDIRARTE.

Eusebio Agote


jueves, 7 de julio de 2022

SAN SEBASTIÁN. RECUERDOS DE DICIEMBRE DE 1970


Vivíamos en un piso en la Calle de Sancho el Sabio. Lo compartíamos cuatro estudiantes, y todos nosotros cursábamos en la ESTE. Éramos, Fernando Madinabeitia, Andoni Marcuello, Pedro Rodrigo y yo.

Los recuerdos que tengo de lo que voy a contar son, salvo tres momentos concretos, bastante difusos. Por lo que puede haber algún error en la narración.

Tenía yo la costumbre de ir a estudiar a la biblioteca de la Escuela todas las tardes de la semana. No sé si fue allí o en el piso, por comentarios de Andoni, donde me surgió la obligación moral de acudir a una manifestación que se había convocado para protestar por las penas de muerte solicitadas en el llamado Juicio o Consejo de Burgos, que se estaba celebrando en ese mes de diciembre de 1970. Sé que se convocó un sábado de ese mes, probablemente el día 12 del mismo.  

La tarde de la manifestación acudimos a ella, Andoni, Carlos Arcos, que era amigo de él y del que solamente creo saber que su padre tenía la concesión de la Renault allí en San Sebastián y yo. La marcha comenzó en la Avenida. Había sido un día habitual de lluvia y se hizo de noche pronto. Me parece estar viendo el reflejo de la luz de las farolas en el suelo. Partimos por la calle Garibay en dirección hacia el Bulevar.   Me había situado casualmente en el centro de la manifestación. Al llegar el grupo de manifestantes donde estaba yo, al cruce con la calle Andía, cambiamos el rumbo por ésta, en dirección hacia la Concha, a los Jardines de Alderdi Eder. De modo que en ese momento  me encontré en la cabeza de ella. Evidentemente, quienes fueran tenían bien planificado el recorrido y nos llevaban a la masa de manifestantes a su antojo, supongo que con intención de evitar un encuentro prematuro con la policía. Me causó impresión y temor verme situado a la cabeza. No sé ahora qué consignas coreábamos en la marcha. Es este momento, el primero de los tres que recuerdo con nitidez.  Tampoco sé el resto del recorrido  que hicimos hasta llegar al Bulevar.

 En el Bulevar hicimos unas carreras delante de la policía pero no tengo recuerdos concretos. Terminado el acontecimiento y con el deber cumplido, ¡qué inocente!, me encontré con Carlos y nos encaminábamos por la calle Elcano de regreso hacia casa. Llegados a la Plaza de Guipúzcoa, cuando estábamos en la acera exterior de los porches del edificio de la Diputación,  vimos que dos jóvenes  ayudaban a Eduardo Moreno Bergareche a caminar e iban acompañados de cuatro o cinco más. Tenían todos ellos más o menos nuestra edad y aspecto de estudiantes. Al verlo maltrecho, se le veía sangre en la cara,  sin pensarlo, cruzamos la calle hacia el interior de la plaza por donde venían ellos y nos dirigimos hacia él preguntándole, ¿Eduardo, qué te ha pasado? Inmediatamente nos rodearon y se presentaron, “somos policías”. Nos pidieron los carnés de identidad, que se quedaron, diciéndonos que fuéramos a recogerlos el lunes a las nueve, en el Gobierno Civil.  Éste es el segundo recuerdo nítido que tengo.

El lunes acudimos al Gobierno Civil, que estaba muy próximo a donde vivíamos.  A las nueve, había formada ya una fila muy larga de gente como nosotros, esperando a recuperar su carné. Algunas personas conocidas, pero no puedo precisar a nadie en concreto.

Una vez en el interior, me llegó el turno de entrar en una habitación donde había una mesa, tras la que había sentados dos policías y otros más por allí, todos de paisano. Confirmaron mi identidad y me dieron a firmar un documento. Lo leí y venía a decir que reconocía que había participado en una manifestación. Alegué que no había estado en ella y que había ido al cine Novedades. Me contestaron, “o firmas o bajas al trullo”, textualmente. Firmé sin demora. Alguno de ellos dijo que llamaran al “Maño”. Salía apesadumbrado  por el pasillo y me llamó otro policía, que supongo era el “Maño”. Me volvió a preguntar sobre mi participación en la manifestación y yo me mantuve en mi versión anterior, de que había estado en el cine. Me pidió que esperara y regresó con el papel que había firmado y lo rompió delante de mí, diciéndome, “No te metas en líos”. En ese instante sentí un alivio tremendo. Efectivamente era ya consciente en ese momento, de que me había metido en lo que era para mí, un gran lío. ¿Qué iba a decir a mis padres?, la multa que preveía iba a ser muy elevada, ¿Cómo iba a pagarla?

Ya en el piso, comentamos nuestras experiencias, la mía la única de final casi feliz, pues tuvo consecuencias posteriores. A Andoni, quien también había negado su participación, le enseñaron unas fotocopias de la correspondencia con su novia francesa que residía en París. Me imagino las fotocopias que le enseñaron, oscuras, con grandes manchas degradadas, en las que se podría leer el texto, pero nada que ver con la nitidez de las de ahora. Lógicamente, ante esas evidencias de persona “rebelde”, firmó. Su novia, que trabajaba en la revista  semanal L´Express, le enviaba todas las semanas un ejemplar, que leíamos todos.

Creo que en ese mismo curso, después de la Semana Santa, desde Laredo, donde estábamos Ramón Zarauza y yo, nos dirigimos a Bilbao. Íbamos a presentarnos a las pruebas de acceso a Milicias que se iban a celebrar allí en el Cuartel de Garellano. Así creo que se llamaba. Nos hospedamos en una pensión que había casi frente a este cuartel.  Cuando entramos en él, a primera hora de la mañana, nos formaron y esperamos instrucciones. Algunos de vosotros también estaríais allí y posiblemente lo recordéis con más claridad. El que creo que era el comandante Churiaque, nos dijo: “todos aquellos que tengáis el pelo largo o barba, tenéis media hora para volver aquí con el pelo corto y sin ella”. Quizá mi pelo no fuera demasiado largo con el criterio actual, quién lo pillara ahora,  pero sí con el de entonces y además llevaba barba. Afortunadamente, al estar la pensión allí al lado, pudimos los portadores de apéndices capilares indebidos, conseguir tijeras y una cuchilla de afeitar. Nos afeitamos las barbas los que las llevábamos y unos a otros nos recortamos el pelo, pudiendo regresar a tiempo al cuartel. En las pruebas físicas no tuve ningún problema pero parece que no tenía el espíritu militar requerido, pues no superé las psicotécnicas, según supe días más tarde. Esto fue la consecuencia de mi participación en la manifestación. Este es mi tercer recuerdo.

Sé que Andoni se exilió en Suecia, pero no he sabido nada de él desde entonces. Recuerdo que en algún momento posterior del curso, Andoni alojó en su habitación durante un par de semanas a Gorka Knörr, quien portaba una guitarra y ha sido un personaje de la política.  No sé el motivo por el que precisó quedarse con nosotros.  

Fernando Madinabeitia, como sabréis falleció hace bastantes años. Eduardo, tuvo un final más trágico, “desaparecido”. Qué tristeza está siendo todavía para su familia su pérdida.

Pocos años después,  en Zaragoza, pasando por la Avenida de Valencia, me pareció reconocer al policía el “Maño”, acompañado de varios compañeros, en el interior de un bar próximo a una comisaría de policía. No me decidí a saludarlo y agradecerle el favor, al estar junto a tanta gente.

Carlos Arcos estudiaba también en la ESTE en la promoción XIV. No recuerdo haberle visto posteriormente, aunque seguro que nos cruzaríamos por los pasillos.

Pedro, Ramón y yo, seguimos siendo amigos eternos. Y que dure nuestra relación.

Vivida la experiencia que he contado, conociendo lo que he sabido posteriormente de los motivos por lo que fueron juzgados los encausados en el proceso del Juicio de Burgos, admitiendo que ni las garantías procesales ni el procedimiento judicial fue el procedente por su falta de objetividad e independencia, la conducta de ellos fue execrable. No se puede para defender unas ideas, matar a una persona, por malvada que haya sido. Te comportas del mismo modo que aquellos a los que desprecias. Eso pienso.

PABLO SANCHEZ QUINTIN