Vivíamos en un piso en la Calle de Sancho el Sabio. Lo
compartíamos cuatro estudiantes, y todos nosotros cursábamos en la ESTE. Éramos, Fernando Madinabeitia, Andoni Marcuello, Pedro Rodrigo y
yo.
Los recuerdos que tengo de lo que voy a contar son, salvo
tres momentos concretos, bastante difusos. Por lo que puede haber algún error
en la narración.
Tenía yo la costumbre de ir a estudiar a la biblioteca de
la Escuela todas las tardes de la semana. No sé si fue allí o en el piso, por
comentarios de Andoni, donde me surgió la obligación moral de acudir a una
manifestación que se había convocado para protestar por las penas de muerte
solicitadas en el llamado Juicio o Consejo de Burgos, que se estaba celebrando
en ese mes de diciembre de 1970. Sé que se convocó un sábado de ese mes, probablemente
el día 12 del mismo.
La tarde de la manifestación acudimos a ella, Andoni,
Carlos Arcos, que era amigo de él y del que solamente creo saber que su padre
tenía la concesión de la Renault allí en San Sebastián y yo. La marcha comenzó en
la Avenida. Había sido un día habitual de lluvia y se hizo de noche pronto. Me
parece estar viendo el reflejo de la luz de las farolas en el suelo. Partimos por
la calle Garibay en dirección hacia el Bulevar.
Me había situado casualmente en
el centro de la manifestación. Al llegar el grupo de manifestantes donde estaba
yo, al cruce con la calle Andía, cambiamos el rumbo por ésta, en dirección
hacia la Concha, a los Jardines de Alderdi Eder. De modo que en ese
momento me encontré en la cabeza de ella.
Evidentemente, quienes fueran tenían bien planificado el recorrido y nos
llevaban a la masa de manifestantes a su antojo, supongo que con intención de
evitar un encuentro prematuro con la policía. Me causó impresión y temor verme
situado a la cabeza. No sé ahora qué consignas coreábamos en la marcha. Es este
momento, el primero de los tres que recuerdo con nitidez. Tampoco sé el resto del recorrido que hicimos hasta llegar al Bulevar.
En el Bulevar hicimos
unas carreras delante de la policía pero no tengo recuerdos concretos.
Terminado el acontecimiento y con el deber cumplido, ¡qué inocente!, me
encontré con Carlos y nos encaminábamos por la calle Elcano de regreso hacia
casa. Llegados a la Plaza de Guipúzcoa, cuando estábamos en la acera exterior de
los porches del edificio de la Diputación, vimos que dos jóvenes ayudaban a Eduardo Moreno Bergareche a
caminar e iban acompañados de cuatro o cinco más. Tenían todos ellos más o
menos nuestra edad y aspecto de estudiantes. Al verlo maltrecho, se le veía
sangre en la cara, sin pensarlo,
cruzamos la calle hacia el interior de la plaza por donde venían ellos y nos
dirigimos hacia él preguntándole, ¿Eduardo, qué te ha pasado? Inmediatamente
nos rodearon y se presentaron, “somos policías”. Nos pidieron los carnés de
identidad, que se quedaron, diciéndonos que fuéramos a recogerlos el lunes a
las nueve, en el Gobierno Civil. Éste es
el segundo recuerdo nítido que tengo.
El lunes acudimos al Gobierno Civil, que estaba muy
próximo a donde vivíamos. A las nueve,
había formada ya una fila muy larga de gente como nosotros, esperando a
recuperar su carné. Algunas personas conocidas, pero no puedo precisar a nadie
en concreto.
Una vez en el interior, me llegó el turno de entrar en una
habitación donde había una mesa, tras la que había sentados dos policías y
otros más por allí, todos de paisano. Confirmaron mi identidad y me dieron a
firmar un documento. Lo leí y venía a decir que reconocía que había participado
en una manifestación. Alegué que no había estado en ella y que había ido al
cine Novedades. Me contestaron, “o firmas o bajas al trullo”, textualmente.
Firmé sin demora. Alguno de ellos dijo que llamaran al “Maño”. Salía apesadumbrado
por el pasillo y me llamó otro policía, que
supongo era el “Maño”. Me volvió a preguntar sobre mi participación en la
manifestación y yo me mantuve en mi versión anterior, de que había estado en el
cine. Me pidió que esperara y regresó con el papel que había firmado y lo
rompió delante de mí, diciéndome, “No te metas en líos”. En ese instante sentí
un alivio tremendo. Efectivamente era ya consciente en ese momento, de que me
había metido en lo que era para mí, un gran lío. ¿Qué iba a decir a mis padres?,
la multa que preveía iba a ser muy elevada, ¿Cómo iba a pagarla?
Ya en el piso, comentamos nuestras experiencias, la mía la
única de final casi feliz, pues tuvo consecuencias posteriores. A Andoni, quien
también había negado su participación, le enseñaron unas fotocopias de la
correspondencia con su novia francesa que residía en París. Me imagino las
fotocopias que le enseñaron, oscuras, con grandes manchas degradadas, en las
que se podría leer el texto, pero nada que ver con la nitidez de las de ahora. Lógicamente,
ante esas evidencias de persona “rebelde”, firmó. Su novia, que trabajaba en la
revista semanal L´Express, le enviaba
todas las semanas un ejemplar, que leíamos todos.
Creo que en ese mismo curso, después de la Semana Santa, desde
Laredo, donde estábamos Ramón Zarauza y
yo, nos dirigimos a Bilbao. Íbamos a presentarnos a las pruebas de acceso a
Milicias que se iban a celebrar allí en el Cuartel de Garellano. Así creo que
se llamaba. Nos hospedamos en una pensión que había casi frente a este cuartel. Cuando entramos en él, a primera hora de la
mañana, nos formaron y esperamos instrucciones. Algunos de vosotros también
estaríais allí y posiblemente lo recordéis con más claridad. El que creo que
era el comandante Churiaque, nos dijo: “todos aquellos que tengáis el pelo largo
o barba, tenéis media hora para volver aquí con el pelo corto y sin ella”.
Quizá mi pelo no fuera demasiado largo con el criterio actual, quién lo pillara
ahora, pero sí con el de entonces y
además llevaba barba. Afortunadamente, al estar la pensión allí al lado,
pudimos los portadores de apéndices capilares indebidos, conseguir tijeras y una
cuchilla de afeitar. Nos afeitamos las barbas los que las llevábamos y unos a
otros nos recortamos el pelo, pudiendo regresar a tiempo al cuartel. En las
pruebas físicas no tuve ningún problema pero parece que no tenía el espíritu
militar requerido, pues no superé las psicotécnicas, según supe días más tarde.
Esto fue la consecuencia de mi participación en la manifestación. Este es mi
tercer recuerdo.
Sé que Andoni se exilió en Suecia, pero no he sabido nada
de él desde entonces. Recuerdo que en algún momento posterior del curso, Andoni
alojó en su habitación durante un par de semanas a Gorka Knörr, quien portaba
una guitarra y ha sido un personaje de la política. No sé el motivo por el que precisó quedarse
con nosotros.
Fernando Madinabeitia, como sabréis falleció hace
bastantes años. Eduardo, tuvo un final más trágico, “desaparecido”. Qué
tristeza está siendo todavía para su familia su pérdida.
Pocos años después,
en Zaragoza, pasando por la Avenida de Valencia, me pareció reconocer al
policía el “Maño”, acompañado de varios compañeros, en el interior de un bar
próximo a una comisaría de policía. No me decidí a saludarlo y agradecerle el
favor, al estar junto a tanta gente.
Carlos Arcos estudiaba también en la ESTE en la promoción
XIV. No recuerdo haberle visto posteriormente, aunque seguro que nos
cruzaríamos por los pasillos.
Pedro, Ramón y yo, seguimos siendo amigos eternos. Y que
dure nuestra relación.
Vivida la experiencia que he contado, conociendo lo que he
sabido posteriormente de los motivos por lo que fueron juzgados los encausados
en el proceso del Juicio de Burgos, admitiendo que ni las garantías procesales
ni el procedimiento judicial fue el procedente por su falta de objetividad e
independencia, la conducta de ellos fue execrable. No se puede para defender
unas ideas, matar a una persona, por malvada que haya sido. Te comportas del
mismo modo que aquellos a los que desprecias. Eso pienso.
PABLO SANCHEZ QUINTIN